Club de Agricultores
Orígenes del Club de Agricultores
Era una vida sosegada y apacible, de cierta monotonía, que empezó a ser desbordada por la nueva dinámica de una sociedad que, desde esos años tumultuosos de comienzos del siglo XX, había entrado resuelta e irreversiblemente en la modernidad.
Fue entonces cuando un grupo de amigos, todos ellos participantes activos y destacados en la vida económica, política y cultural del país, tuvieron la idea luminosa y visionaria de crear un club social, para caballeros, en el que pudieran dedicarse, con una copa por delante, a la charla amena y a la tertulia de fondo, intercaladas –cada vez que la oportunidad se presentara– con una partida de dados, una mano de barajas o un desafío de billar, para así romper la rutina y enriquecer la actividad de una ciudad que, como Quito, comenzaba ya a vibrar con el vértigo alucinante del siglo XX. Ese Club fue, por supuesto, el Club de Agricultores de Quito.
Fundado en 1922, cuando el Ecuador era presidido por José Luis Tamayo y Quito aún no tenía alcalde (Jacinto Jijón y Caamaño sería el primero, recién en 1946), por lo que la ciudad era administrada por un Concejo Municipal en el que con frecuencia el gobierno central ejercía una influencia excesiva, el Club de Agricultores se convirtió, con el transcurso de los años y de las décadas, en una institución emblemática y entrañable de la capital ecuatoriana, que paulatinamente –aunque no sin dificultades y sobresaltos– fue ampliándose y ganando en nombre, prestigio y concurrencia, gracias al cariño enorme y la lealtad invariable de sus socios
Así, el Club de Agricultores, Industriales y Profesionales (que es su denominación actual) es hoy bastante más que un lugar de socialización y buena comida. Es, en Quito, una institución emblemática y singular, un refugio de costumbres y tradiciones, un símbolo. Y en medio del vendaval actual de nuevas modas y procederes, cuando todo lo señero y proverbial es arrasado irrespetuosamente por la poses vanguardistas del nuevo siglo, el Club de Agricultores se mantiene fiel a la venerable tradición de los clubes de caballeros, donde los socios –con sus amigos e invitados, desde luego– se reúnen para disipar sanamente, mediante la charla fluida, la reflexión inteligente, la opinión abierta y la risa alegre, las tensiones diarias del trabajo, de la política y de los negocios.
Directiva Actual
Un proyecto de renovación.
